domingo, 4 de noviembre de 2012

Qué feo el fordismo doméstico

Los pechos pequeños son una inversión de futuro. También las nalgas tatuadas, para las que abonan semilla; y los zapatos de tacón, para los que se aburguesan a los treinta y se hipotecan con el adoquinado a cuestas y sin arena. Les llega el diciembre y se tiesan, y dejan de deshacer colchones para dormir en camas. De a dos, de a tres o de a cuatro; y, aun así, tan vacíos. Y la puerta revienta y se asoma Carmen y amanece. Dibuja flores con la boca y alguien desde el sofá aprieta la burla y defiende el tallo. “Siempre hay flores, aun sin raíces, capullo.” Y se acerca y se desnuda al girarse, porque de espaldas somos infancia. Y él se desgasta y le gasta la tinta en la cadera. “No hay surcos, no hay ayer y no hay tiempo.” Y Carmen sonríe. Ni ella intuye si ha sido madre, hermana o amante y recae en cicatriz por dentro. Nace el aliento frenético al ritmo de una mano que baila; y en el aire el hachís se disipa tras la última calada, antes del grito. En el suelo tres medias impacientes abiertas en canal,  mientras el roce despeina y despierta. Y el teléfono golpea a Carlos de madrugada. “Los pechos pequeños son una inversión de futuro, Carlos. Porque la gravedad los ignora y siempre vuelan. Y tú te has hecho mujer de senos mayúsculos”, y se cuelga. Y le agarra de nuevo el dolor de tripa de hace veintiocho días. Pero se arranca el traje y se abandona a la primavera descalza de Madrid. Porque qué feo el fordismo doméstico y qué bonita la emoción.  



1 comentario:

  1. Empezar a leer esto creyendo que va a tratar de economía (lo cual se me antojaba raro por aquí) y terminar boquiabierta. Menos mal que hay quienes saben hacer buenas inversiones jaja ;)

    ResponderEliminar