viernes, 3 de diciembre de 2010

2035

“1 de diciembre de 2035. Siento frío. No, miento. Tengo frío. El hielo se ha apoderado de mí y ya nada sé de impulsos ni de espontaneidad. No seas ingenuo. Ni el otoño ni el invierno son culpables. ¿El porqué? Pregúntale a la desconfianza.
Por la ventana murmullo, jaleo, gritos. Nadie sabe nada y todos saben todo. ¿Falta de cordura? Incorrecto. Falta de intimidad. La dignidad ha entrado en el mercado de valores. Ahora, se compra y se vende. “Perdone, ¿me puede poner 500 gramos de pavo, 350 gramos de queso y una vida privada? Gracias”. Las filtraciones desvelan continuamente información. Protagonistas de traiciones en una sociedad donde la fidelidad se encuentra en peligro de extinción ante tantas formas posibles de satisfacción. Ha llegado un punto en el cual la gente sabe más de desilusión que de sonreír, de contar que de vivir. Ya nada es dueño de nada. Las actuaciones, los deseos, las promesas, los sueños son, ahora, de dominio público. Bajo la denominación de “la era de la comunicación” y el término globalización se asientan las bases de este nueva e incipiente situación. Olvida todo lo aprendido, exigen las nuevas pautas: La libertad de uno jamás acaba donde empieza la libertad del otro. Aceptar es un deber. No hay elección.
Las cámaras nos vigilan. ¿La excusa? Seguridad. Destinos marcados, caminos planeados; tras largos estudios psicológicos que reducen a la sociedad a un único ser. No hay margen para la improvisación. Niega la improvisación. Todo por y para el colectivo. Hablar de individuos es perder el tiempo. ¿Dónde quedó la razón?
Las miradas están mal vistas. La conversación interpersonal también. Si lo conoces háblale por el aparatito. No busques su nombre, sólo su pseudónimo. A partir de ahí un enlace te invitará a conocer todo sobre su vida: todo a tu alcance en un click.
Juventudes revolucionarias huyen del control estatal. Convocan reuniones clandestinas donde se cuentan cuentos y se aboga por la imaginación. Todo ello prohibido por un gobierno que se decanta por el control. Saber permite controlar. Desconocer implica temer actuar.
Ante esta realidad me pierdo. En ocasiones la duda acecha. Demasiada presión y poca claridad. ¿Defender el bien común? ¿Reivindicar la esencia individual?. Lo único que puedo afirmar, a día de hoy, es que tengo frío porque al sentir hace tiempo que le dije adiós temiendo el qué dirán.”