jueves, 13 de enero de 2011

Cuando en Madrid la lluvia nace, Fritz Lang reaparece. Tonos grises. Superado el miedo a la cámara se evita el reflejo en el otro. Ellos. Los mismos que se mojan mientras yo siento la lluvia. Bob, gracias por el guiño. Continuar. Correr sin prisa. Huir de nada. Tribunal. Malasaña. Acordes de soportales y poemas de madrugada. Ríe. Salta. Baila. Libérate, partidario del escapismo de Frankfurt. Política. Literatura. Un par de cervezas y Antonio Vega. Por cada portal una canción. ¿Nuestra meta? Un buenos días con sonrisa. ¿Qué quieres? ¿Qué buscas? Explotar en carcajadas. Llorar de emoción. Caer de pleno en el amor. Las calles, ahora, cómplices de pasión. La voz de la Dama Blanca nos inspira. Blues. Luego, Jazz. Rock and roll. Sexo. ¿Aquí? ¿Ahora? ¡Por qué no! Amar no es delito y yo odio esconderme. Revolcón entre sueños, estrellas y olor a hierba. Amaneceres dulces, en el calor de tu cama.
- No te echaré de menos porque tampoco te dejaré de sentir.

Sobre su mesilla antes de irme una nota: “Hay nieve, hay fuego, hay deseos allí donde me recreo.” Por el amor implícito. Porque ellos, de tanto hablar, olvidaron su grandiosidad.