Y te irás. Te irás a Budapest con el cuaderno rojo
bañado en tinta. Noventa y nueve años después de ver la luz, buscarás las
sombras. Y ese aliento romántico que se adentró en cuerpo y que alentó esa
manía de cargar con la geografía a cuestas, más allá del Pirineo. Desgastarás
las suelas del nómada de Leica en mano y te creerás, quién sabe cuando,
horizonte en sus paisajes. Te buscarás en el periódico y hablará de ti. Sin
fotografía, ni palabra; hablará de ti y del Sena etílico que te abrazó cuando
se fue la rubia. Porque aunque tú eras de quemar las ganas, de apretar el
tiempo y de correr sin cara; también eras de dormir al reloj cuando te tocaban.
Y es con eso con lo que me quedo; y más cuando en noviembre, casi un siglo después,
(te) viaje con mochila y hambres. Que de leer(te) en libros ya he tenido
bastante y que ahora, historia, sólo me sale ahuecar tu espalda.
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