viernes, 11 de mayo de 2012

Praça do Comércio, Lisboa

Queda el olor a café impregnado en amaneceres caducos, los arañazos en el sofá  y el aliento en el portazo. Quedan los retazos de sábanas rasgadas y la espuma de la cerveza desnuda sobre la encimera. Quedan las llaves en el cerrojo y un colchón desierto. Porque ella hace tiempo que echó a andar y hoy estará demasiado lejos. Parece ser que la cosa va de cuerpos y de carreteras. Que no hay brújulas fijas y que este nuestro Madrid no es eterno o tal vez se nos quede pequeño.   

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