viernes, 26 de febrero de 2010

Día sí, día también.

La sangre duele, pero la sangre derramada mata.
Mientras haya sangre hay vida; y en cambio, cuando se agota, se esparce... la luna de Lorca anuncia el fin de la escena.
El fotógrafo tras su cámara llora. Centra el objetivo y dispara. Fin y comienzo en una misma instantánea. Allí, sobre el asfalto, un cuerpo sin vida, muerto (no son víctimas, ¡déjate de eufemismos!) y a su lado, una niña que se aferra a su vientre. Sin abrazo, sin beso... sin madre.

¿El arma? Lo dirige Repsol.
¿El objetivo? La población Colombiana.
¿El motor? La búsqueda del máximo beneficio.



Y si conocemos la verdad, es gracias a todos los periodistas que todavía creen en ella.

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