Poetracción, 11 de septiembre.
Hacerse grande en plural implica multiplicar las ganas y dividir los miedos.
Allí nos vemos.
Las letras al sol
miércoles, 4 de septiembre de 2013
lunes, 15 de julio de 2013
En Siria sigue lloviendo
Fuimos rayo estéril,
pigmento ennegrecido
y bostezo a media noche.
Atardecer en Siria
infancia en Bangladesh
y temblor en la aduana.
Fuimos y, por ser,
ello no fueron.
Los teletipos maniatados,
las llamadas a media voz
y la desnudez en los periódicos.
La trivialidad del llanto,
la fraternidad minada,
y la moralidad violada.
Fuimos la autoestima del becario,
la última calada del bombardeo
y el prozac en cada fotografía.
Fuimos el olvido occidental,
y, por encima de todo,
fuimos el cambia de canal
que estoy comiendo y
se me revuelven las tripas.
El qué pesaditos los del naval
y el de ellos sabrían que estaban firmando.
Fuimos los eternos medallistas olímpicos
de la revolución de salón.
El despojo del nómada,
la mascota mediática
y el respirar estático.
Y aun así,
en fortaleza despótica,
fuimos también crítica airada,
prejuicios impávidos
y condescendencia modélica 2.0.
Y no supimos ver a aquellos que al ser
multiplicaban los gritos civiles
de la acción directa de nuestra comodidad.
El espejo hecho trizas
y el mosaico de vidas desmenuzado
a golpe de pesadillas que se anidan
en colchones,
cámaras
y libretas.
Mientras aseveran sus verdades.
El periodismo está en crisis.
Aunque más bien es la humanización
la que hoy está en crisis.
Desaparece entre la lluvia de metralla
que asola Siria.
Bendito Amazonas, dices.
Bendito pulmón brasileño
que entre las venas de América Latina
confía en la reactivación del cambio.
Bendito freelance, digo,
bendita alma romántica que
todavía en plena deshumanización
confía en agitar conciencias
y tiene cojones
para mojarse.
pigmento ennegrecido
y bostezo a media noche.
Atardecer en Siria
infancia en Bangladesh
y temblor en la aduana.
Fuimos y, por ser,
ello no fueron.
Los teletipos maniatados,
las llamadas a media voz
y la desnudez en los periódicos.
La trivialidad del llanto,
la fraternidad minada,
y la moralidad violada.
Fuimos la autoestima del becario,
la última calada del bombardeo
y el prozac en cada fotografía.
Fuimos el olvido occidental,
y, por encima de todo,
fuimos el cambia de canal
que estoy comiendo y
se me revuelven las tripas.
El qué pesaditos los del naval
y el de ellos sabrían que estaban firmando.
Fuimos los eternos medallistas olímpicos
de la revolución de salón.
El despojo del nómada,
la mascota mediática
y el respirar estático.
Y aun así,
en fortaleza despótica,
fuimos también crítica airada,
prejuicios impávidos
y condescendencia modélica 2.0.
Y no supimos ver a aquellos que al ser
multiplicaban los gritos civiles
de la acción directa de nuestra comodidad.
El espejo hecho trizas
y el mosaico de vidas desmenuzado
a golpe de pesadillas que se anidan
en colchones,
cámaras
y libretas.
Mientras aseveran sus verdades.
El periodismo está en crisis.
Aunque más bien es la humanización
la que hoy está en crisis.
Desaparece entre la lluvia de metralla
que asola Siria.
Bendito Amazonas, dices.
Bendito pulmón brasileño
que entre las venas de América Latina
confía en la reactivación del cambio.
Bendito freelance, digo,
bendita alma romántica que
todavía en plena deshumanización
confía en agitar conciencias
y tiene cojones
para mojarse.
miércoles, 26 de junio de 2013
21
´
Apurar el paso,
correr,
viajar,
saltar,
y volar.
La acción siendo,
la risa estallando
y el grito
a pleno pulmón.
La melena desgastada y despeinada,
y los colores asomando.
El flash en la noche.
El brindis de una cerveza
y un trozo de diente
que se pierde en una carcajada.
Los pies descalzos,
bañados ahora en tinta
haciendo mapa en su carrera.
La estela de un año
y tu huella
en ciudades,
rostros,
caladas
y billetes de tren.
Páginas escritas,
luego rasgadas
Y un…
la juventud es vivirse.
Saberse,
quererse
y volarse.
Así, que no dejes de hacerlo,
porque para las sonrisas
siempre hay mochilas abiertas.
Y para tu andar nómada
palabras donde encontrarte.
Apurar el paso,
correr,
viajar,
saltar,
y volar.
La acción siendo,
la risa estallando
y el grito
a pleno pulmón.
La melena desgastada y despeinada,
y los colores asomando.
El flash en la noche.
El brindis de una cerveza
y un trozo de diente
que se pierde en una carcajada.
Los pies descalzos,
bañados ahora en tinta
haciendo mapa en su carrera.
La estela de un año
y tu huella
en ciudades,
rostros,
caladas
y billetes de tren.
Páginas escritas,
luego rasgadas
Y un…
la juventud es vivirse.
Saberse,
quererse
y volarse.
Así, que no dejes de hacerlo,
porque para las sonrisas
siempre hay mochilas abiertas.
Y para tu andar nómada
palabras donde encontrarte.
jueves, 20 de junio de 2013
La Galicia autóctona fue, es y será verde
Tras nueve horas de tren
y quinientos cuarenta minutos de paisaje,
queda constancia de que,
por mi circunstancia,
la muerte de un eucalipto
no me produce tristeza.
Ni rastro de empatía
en esta discriminación natural evidente.
Rechazo al eucalipto,
a su vecino el helecho traidor
y a todos aquellos ciudadanitos de a pié
que no saben que la cura de la ortiga
es la hortelana.
A todos ellos,
a los políticos madereros de las prisas del presente,
a los cohabitantes que han cambiado el pienso por cemento
y a las manos vírgenes de animal (que no de mascota),
decirles que a pesar de su sed sureña,
aquí seguirá lloviendo.
Que no hay raíces australianas,
mareas populares,
ni minería canadiense
que le robe a Galicia
esta salud
bañada en verde.
y quinientos cuarenta minutos de paisaje,
queda constancia de que,
por mi circunstancia,
la muerte de un eucalipto
no me produce tristeza.
Ni rastro de empatía
en esta discriminación natural evidente.
Rechazo al eucalipto,
a su vecino el helecho traidor
y a todos aquellos ciudadanitos de a pié
que no saben que la cura de la ortiga
es la hortelana.
A todos ellos,
a los políticos madereros de las prisas del presente,
a los cohabitantes que han cambiado el pienso por cemento
y a las manos vírgenes de animal (que no de mascota),
decirles que a pesar de su sed sureña,
aquí seguirá lloviendo.
Que no hay raíces australianas,
mareas populares,
ni minería canadiense
que le robe a Galicia
esta salud
bañada en verde.
martes, 28 de mayo de 2013
lunes, 22 de abril de 2013
Mi complemento circunstancial de tiempo
Cayó la noche
y todas sus derivadas.
Y el anochecer me recordó
que hacía un día de tu pretérito.
Y se me volvió la cabeza
contra la pared,
en un mar de sábanas.
Era yo.
Mi yo noctámbulo.
Mi ego nocturno.
Mi rabia dormida,
que en días como hoy
te echa en falta.
Y es que me faltan brazos
y me sobran llagas
en este mar
ahora de sombras.
Y abro las persianas
y esta ciudad húmeda
de frente mira
y con sorna me sonríe.
Tu yo matutino,
tu yo vespertino,
y mi yo...
tan perdido.
Mientras distan doscientos kilómetros de tu cama
desde este autobús
que no calma,
ni para.
y todas sus derivadas.
Y el anochecer me recordó
que hacía un día de tu pretérito.
Y se me volvió la cabeza
contra la pared,
en un mar de sábanas.
Era yo.
Mi yo noctámbulo.
Mi ego nocturno.
Mi rabia dormida,
que en días como hoy
te echa en falta.
Y es que me faltan brazos
y me sobran llagas
en este mar
ahora de sombras.
Y abro las persianas
y esta ciudad húmeda
de frente mira
y con sorna me sonríe.
Tu yo matutino,
tu yo vespertino,
y mi yo...
tan perdido.
Mientras distan doscientos kilómetros de tu cama
desde este autobús
que no calma,
ni para.
(Autovía Madrid-Burgos)
martes, 19 de marzo de 2013
Me gustaría escribir fuerte
Me gustaría escribir fuerte,
que no en mayúsculas.
Dejar la mina del lápiz únicamente,
para simbolismos y retóricas.
Decir, por ejemplo,
el carboncillo que te grita
es el lecho en el que mueres,
los despojos del derrumbe
y el dolor de tus pulmones.
Agarrar la tinta y todas sus edades
y afianzarme, así,
en la perennidad de las voces que te hablan
y del léxico que te nace.
Y, sin embargo,
me pierdo en la boca de la catarsis.
Yo que ni sé hilvanar
naranjas con ventrículos
ni ventrículos con pulsiones.
Que lloran más las paredes de mi cuarto
y que se hacen lago en las marismas de lo húmedo.
Mientras la cama está tan seca,
la voz tan limpia
y mis manos...
tan hartas.
que no en mayúsculas.
Dejar la mina del lápiz únicamente,
para simbolismos y retóricas.
Decir, por ejemplo,
el carboncillo que te grita
es el lecho en el que mueres,
los despojos del derrumbe
y el dolor de tus pulmones.
Agarrar la tinta y todas sus edades
y afianzarme, así,
en la perennidad de las voces que te hablan
y del léxico que te nace.
Y, sin embargo,
me pierdo en la boca de la catarsis.
Yo que ni sé hilvanar
naranjas con ventrículos
ni ventrículos con pulsiones.
Que lloran más las paredes de mi cuarto
y que se hacen lago en las marismas de lo húmedo.
Mientras la cama está tan seca,
la voz tan limpia
y mis manos...
tan hartas.
(De la colección "Yo nunca recité porque soy una pringui").
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