jueves, 20 de junio de 2013

La Galicia autóctona fue, es y será verde

Tras nueve horas de tren
y quinientos cuarenta minutos de paisaje,
queda constancia de que,
por mi circunstancia,
la muerte de un eucalipto
no me produce tristeza.
Ni rastro de empatía
en esta discriminación natural evidente.

Rechazo al eucalipto,
a su vecino el helecho traidor
y a todos aquellos ciudadanitos de a pié
que no saben que la cura de la ortiga
es la hortelana.

A todos ellos,
a los políticos madereros de las prisas del presente,
a los cohabitantes que han cambiado el pienso por cemento
y a las manos vírgenes de animal (que no de mascota),
decirles que a pesar de su sed sureña,
aquí seguirá lloviendo.

Que no hay raíces australianas,
mareas populares,
ni minería canadiense
que le robe a Galicia
esta salud
bañada en verde.


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