lunes, 15 de julio de 2013

En Siria sigue lloviendo

Fuimos rayo estéril,
pigmento ennegrecido
y bostezo a media noche.
Atardecer en Siria
infancia en Bangladesh
y temblor en la aduana.
Fuimos y, por ser,
ello no fueron.

Los teletipos maniatados,
las llamadas a media voz
y la desnudez en los periódicos.
La trivialidad del llanto,
la fraternidad minada,
y la moralidad violada.

Fuimos la autoestima del becario,
la última calada del bombardeo
y el prozac en cada fotografía.

Fuimos el olvido occidental,
y, por encima de todo,
fuimos el cambia de canal 
que estoy comiendo y 
se me revuelven las tripas.
El qué pesaditos los del naval
y el de ellos sabrían que estaban firmando.

Fuimos los eternos medallistas olímpicos
de la revolución  de salón.
El despojo del nómada,
la mascota mediática
y el respirar estático.

Y aun así,
en fortaleza despótica,
fuimos también crítica airada,
prejuicios impávidos
y condescendencia modélica 2.0.

Y no supimos ver a aquellos que al ser
multiplicaban los gritos civiles
de la acción directa de nuestra comodidad.

El espejo hecho trizas
y el mosaico de vidas desmenuzado
a golpe de pesadillas que se anidan
en colchones,
cámaras
y libretas.

Mientras aseveran sus verdades.
El periodismo está en crisis.
Aunque más bien es la humanización
la que hoy está en crisis.
Desaparece entre la lluvia de metralla
que asola Siria.

Bendito Amazonas, dices.
Bendito pulmón brasileño
que entre las venas de América Latina
confía en la reactivación del cambio.

Bendito freelance, digo,
bendita alma romántica que
todavía en plena deshumanización
confía en agitar conciencias
y tiene cojones
 para mojarse.

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