lunes, 30 de julio de 2012

Ultreia

Práctica tras práctica, y al mando de un volante, he aprendido empíricamente lo peligrosa que llega a ser la libertad. Y si yo lo he aprendido, imagínense mi profesor; que se ha ganado a pulso (tal vez al mío) tres años de abstinencia de hipo. Fíjense que también me he dado cuenta de que el listo que pone un stop y un semáforo para regular un mismo cruce peca de toca-güevos (así a la rica diéresis, que no comparto los improperios). Y que la DGT es una panda de enclenques que por dilatar riquezas apuntan en sus libretas números que no son más que eufemismos de euros. Sin embargo, en ocasiones, la luz se cierne en sus formas y yo le sonrío a esa rendija verde donde me veo sin copiloto-con-pedales; ya que incluso en los páramos de asfalto hay impulsos que ruedan más allá de la vía. 



"Sigamos o exemplo dos 
mineiros. 
Fai falla
 lume!"

Santiago de Compostela

lunes, 23 de julio de 2012

Billete de ida

(I)

Adentrarse,
 respirar su historia  
y así rasgar, a cada paso,
 las ansias de sus gentes.
                                                                                       Me dijeron que eso era viajar. 

viernes, 20 de julio de 2012

Marina, que estoy llegando

Hace hoy dieciocho días que envolví la tinta de un bolígrafo en los pliegues de una carta. Hace dieciocho días que arañé en la distancia la ciudad autónoma de Buenos Aires y, sin embargo, en Argentina todavía no me han abierto, sin titubeos, para leerme. Y me da rabia, claro que me da rabia. Porque han secuestrado la nostalgia y no he salpicado el recuerdo a la otra orilla del Atlántico. Y me quejo y Rafa me mira y cínico ríe. "Y cuando cortabais en Madrid el tráfico, ¿no partías encuentros?" Y vuelta a reír, mientras yo destenso la muñeca. Y es que en esta ciudad Correos continúa con su huelga parcial y mis letras se almacenan en torres, entre postales y facturas. Son letras impresas tatuadas en el reglón. Letras que al ser leídas apuran el asalto al cuerpo y que, bañadas en perennidad, se agarran por dentro a la carcasa que las guarda; el alma, que diría mi abuela. Y entonces se me ensancha la risa, porque me doy cuenta de que la calle, gastando ansias, ha tomado la pluma. Al parado, al estudiante y al funcionario se le ha sumado el bombero que no apaga el fuego de las barricadas y el policía que tímido retira el casco; pero sólo aquel que no ha golpeado antes, que escribir es recordar. Y es que la acción pasa por hacer y escribir la historia. La mía, la tuya y la nuestra. Y bien sabemos que este parón es sólo el impulso de la difusión de nuestros derechos. Así que... ¡qué corran los sellos! Que yo, Marina, ya te estoy llegando. 

Manifestación 19J y Huelga de Correos en Vigo

miércoles, 18 de julio de 2012

Te pido tres días más, Ortigueira

Don´t worry, que diría Jack, que maloserá, sentenciaría a carcajadas Anxe. Que la lluvia, la mugre y los litros del tinto más barato del Corvirán saben también de quemar sonrisas y de romper en el mar. Que de exprimir las vivencias a dejarlas pasar hay un trecho; y que nosotras, tal vez por ese deje gallego, hemos saltado, sin vértigo ni vacío, allí donde el Atlántico se enreda y se atrapa en las aguas del Cantábrico. Que están los tiempos jodidos, si ya lo decía Gabriel en su Senegal del año dos mil, pero es empezar la música y arqueársele la risa y así contagiar. 
Y me gusta. Me gusta que hable de política más allá de Melilla y que haga tambalear mis lógicas en un juego cruzado de preguntas a tres. Y, sin embargo, me callo cuando pienso en la valentía al partir. Que sí, que compartimos la salitre del Atlántico, pero a miles de kilómetros. Que la geografía pesa y él todavía añade las suelas del comerciante. Admiración muda, mientras se me anudan los vocablos en los límites de mis dedos hasta hacer llaga y caer de golpe, con la decisión que rehúso, sobre el teclado. 
Y al llegar al campamento, se despide con el pecho abierto y nosotras nos sumergimos en un bucle errático de paisaje incierto donde impera el impulso, el ansia animal ajeno al eclipse de las formas. La salitre, el kalimotxo, la mugre y el sudor como excusa para recrearnos en el romanticismo que dicen perdido tras la Ilustración. Porque aún sin Leica, que por tener no tenemos ni billete de vuelta, nos perdemos por "horizontes nuevos que abren el apetito y las ganas de reír fuerte, de respirar al sol, de perderse por el mundo." Y así lo hacemos, o al menos lo intentamos. Aunque el tío que vende M y regala sexo, se ponga arisco cuando llenando bien los pulmones estallamos en carcajadas al dejar en entredicho su virilidad. Y corremos, siempre hacia al mar, para dibujar en el cielo los trazos de la Osa Mayor. Y a pesar  de que Víctor y yo seamos unos incomprendidos, la noche y las estrellas siempre tienen algo que contar, y más en la orilla. 
Y es en esa misma orilla donde lavo mis miedos, donde me desprendo de esa película difusa que nos atrapa en madrugadas urbanas. Porque ahora toca improvisar, ya sea aos grolos da crema de Oruxo, al calor de la hoguera o con el disfraz hawaiano en la carpa. Toca conocer y, por tocar, toca tocar. Y es así como viajas dando tumbos entre distancias, acortando kilómetros y asimilando que el encuentro de dos mares en el Cabo Ortegal es sólo el anticipo del roce. Ni uno, ni dos, ni tres. En tal caso, roce constante; porque para determinar gestos poco sé de cifras, porque los números únicamente sirven para cuantificar desgracias. Nada más.
Y así echamos la noche, las noches, entre humo, tragos y ganas. Absorbiendo sus días y apurando relatos de las cicatrices que les ha hecho el tiempo. Un exiliado alemán, unas pulgas hogareñas, una frutería en el Perú... y una cajetilla más que cae, mientras me fumo la historia de, ahora, mis libros. Y me doy cuenta de que lejos queda ya el cacheo policial del primer día en la autopista y que no queda otra que debullar la luna, aferrarse al saco y arrimarse al borde. Todo para dejar de temblar. Porque no es el frío el que me hace tiritar, es el miedo a abrir la tienda y ver salir a la nostalgia del recuerdo, así, sin más.

domingo, 1 de julio de 2012

- Ahuécate el pecho que esta noche te rasgo de adentro. 


Y a mí se me abrazaron los párpados al mirar. Yo ya no sé si por miedo o por ganas; tal vez, por el miedo en las ganas. 
- Sólo si vienes a romper y no a curar, que de vendas ya he tenido bastante.